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Lo que la cuarentena nos dejó


 

No sé ustedes, pero yo perdí la cuenta en que día de cuarentena estamos exacta-  mente. De lo que, si estoy segura, es que estas líneas fueron escritas a modo de catarsis personal, pero que, de alguna manera, abarcan un pensamiento colectivo y popular. Después de todo, el confinamiento fue tocando fibras emocionales, provocando un recorrido inesperadamente reflexivo, resaltando las luces y sombras de nuestro lado humano y creativo, potenciando capacidades y destrezas, de las que teníamos plena conciencia, pero abatidos por la rutina, olvidamos eso que alguna vez soñamos, anhelamos, proyectamos, o solo eso que cuando apenas éramos niños, deseábamos hacer. Nadie quedo indiferente y ajeno a la introspección. Jóvenes pensando que la vida es hoy y no mañana, y adultos redescubriendo un mundo nuevo, en donde la conocida frase, nunca es tarde les daba una segunda oportunidad. No encontramos con una paleta variada de posibilidades y múltiples escenarios, solo debíamos animarnos, confiando en nuestra intuición para dejar surgir de las penumbras escritores, bailarines, fotógrafos, ilustradores, 

actores, cocineros, comediantes. Esa otra faceta nuestra que estuvo siempre a flor de piel, pero que manteníamos en el anonimato, o aun peor, no sabiendo que albergábamos en nuestro ser, ese lado B de nuestra personalidad. Tuvimos la ex-  cusa perfecta para salir de nuestra zona de confort, a la que nos aferramos con uñas y dientes, pero franqueando los límites geográficos del aburrimiento, supimos escucharnos en soledad, en un aquí y ahora constante, parando la pelota de lo cotidiano, soltando el cuerpo y relajando la mente. Por un lapso corto, pero necesario, fuimos dueños del tiempo y tuvimos lo que tanto añoramos en algún momento, tiempo para perder el tiempo. Y como un niño, con todo el tiempo a su favor, después de muchos años, hicimos pausa, abriendo la puerta para salir a jugar. Las escondidas, tutti fruti y diversos juegos de mesa se hicieron parte de nuestros planes diarios. Nos disfrazamos, escuchamos mil veces canciones infantiles con los más pequeños de la casa, y también nos dimos tiempo para reguetonear con nuestros adolescentes, que nos recordaron que alguna vez también lo fuimos. Tuvimos charlas profundas y otras no tanto, hicimos el ridículo en tik tok, sin importarnos el qué dirán, después de todo reímos, como hace tiempo ya no lo hacíamos. Esa carcajada que brota desde nuestro interior, saliendo a borbotones de manera incontrolada, autentica y contagiosa. Junto a esa risotada, nos subimos a una montaña rusa de emociones, en donde también lloramos, nos enojamos más de la cuenta, nos pusimos pensativos, extrañamos aún más que de costumbre, cantamos en lugares que antes ni imaginábamos hacerlo, solo por vergüenza. Terrazas, ascensores, patios, galerías y garajes se convirtieron en escenarios perfectos y nuestros vecinos el mejor público que podríamos anhelar. Sin querer el alejarnos nos acercó, surgiendo así, miles de amores a distancia, teniendo que recurrir a lo que nos habíamos olvidado, la imaginación para con-  quistar. A falta del encuentro y de miradas sugerentes, tuvimos que ser inventivos para acariciar con los verbos y adular con adjetivos. Apaleamos a poner en palabras las acciones y nadie, pero absolutamente nadie, escapo a esta regla. Nos dimos cuenta que hay gente de buena madera en cada rincón del mundo, dispuesta a tender una mano solidaria a corazón abierto, personas sencillas, como vos y como yo, que no dudaron en ponerse la camiseta y salir al encuentro del prójimo. Retumbaron en el mundo entero millones de aplausos llenando el pecho de orgullo…y sí, claro, es que nos humanizamos, aprendiendo a ponernos en los zapatos del otro. Pero también tuvimos nuestros momentos no tan reflexivos, sino más bien frívolos y eso también fue necesario.  Los balcones se convirtieron en boliches y agitamos las manos al ritmo del dj de turno, hasta que se nos entumecieron los dedos. Las casas se llenaron de olor a hogar nuevamente, redescubriendo nuestro tu rincón preferido, haciéndolo propio y sintiéndolo nuestro, dándole ese toque de personalidad. Cambiamos los muebles de lugar, colocamos una planta en la ventana o pintamos nuestro cuarto de 

otro color. Todo nos fue permitido, y supimos adueñarnos de nuestra casa, dándole esa pincelada de cobijo. Los patios volvieron a tener vida y color, reinventándose y mutando. Al igual que nosotros, poco a poco, fueron convirtiéndose en gimnasios, canchas de futbol, básquet, tenis, plazas, parques y algunos más aventurados en circuitos de motocrós o mountanbike. Por momentos los jueves se convirtieron en domingos, dándonos ganas de hacer cosas domingueras, ¡como el asadito y la buena siesta! Perdimos la noción del tiempo y espacio, para convertir los desayunos en almuerzos y las meriendas en cenas. Nuestro cuerpo se tomó unas vacaciones poniéndose en pausa, tanto que llegaron los viernes y tu cuerpo ni se enteró. Nos dieron ganas de hacer todo y no hacer nada, las duchas se vol-vieron más prolongadas y las alarmas se tomaron vacaciones. Nos leímos una cantidad de libros, texteamos todo lo que se nos dio la gana y vimos un sinfín de series y películas. ¡Limpiamos y reordenamos casi a diario! Dándonos cuenta que teníamos en el cuartito de los cachivaches, cosas que jamás usaríamos de nuevo y también cosas que nos hacían falta, y de ese modo nos pusimos manos a la obra.  Reciclamos, vendimos y compramos. Después de todo nos sobraba tiempo, que supimos monetizar. Pero como dice una de las leyes del kybalion, como es adentro es afuera, en un plano, Físico, Mental y espiritual. Y así fue, también nuestra mutación. Nos miramos al espejo, registrándonos, desprolijos y a cara lavada. Con solo una sonrisa bien dibujada en nuestro rostro, nos gustamos. En resumidas cuentas, que vaivén de emociones nos pegamos. Dentro de nuestro espectro de posibilidades, esta cuarentena no estaba en nuestros planes, pero ahora que la transitamos con valentía y honor, nos queda reflexionar, en la falta que nos hacia un cambio desde adentro hacia afuera, franqueando todos los limites sin importar la edad, nacionalidad o género. Todos volvimos a ser niños y salimos a jugar, comprando ese boleto para subirnos a esa gran montaña rusa, que nos sacudió emocionalmente, haciéndonos vibrar bajo, pero también muy alto. Por obra del destino, el universo conspiro a nuestro favor, devolviendo transformados, renacidos, cambiados, mutados, mejores, reflexivos, soñadores, arriesgados, desmedidos, sin vergüenzas y valientes. ¡Definitivamente más humanos, más nosotros!  Conectado con vos y los tuyos, dándonos cuenta que esta vida es un soplo que dura un instante. 

 

 

 

 

 

 

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